jueves 25 de abril de 2024 - Edición Nº3687

Deportes | 28 jun 2014

Apostillas Mundialistas

¡Qué hijo de puta...!

Argentina venció 3-2 a Nigeria en el estadio Beira-Rio de Porto Alegre, quien escribe y su fiel compañero estuvimos presentes en el estadio. Fue una verdadera fiesta albiceleste, los hinchas argentinos “coparon” las tribunas...


El canto de “somos locales otra vez” fue una realidad. El celeste y blanco fue inmensa mayoría. La marea argentina se siente en las calles, bares, el estadio o donde sea que uno se encuentre. Los festejos son una constante. Se baila, se canta. En la previa, durante y cuando el partido termina. Tanto es así que estoy escribiendo esto, luego de 14 horas de festejo y el posterior descanso reparador. Del estadio en caravana humana al Fan Fest. De ahí a los bares. Siempre cantando, bailando y bebiendo. Cuenta mi fiel compañero que perdí el conocimiento mientras festejaba la recreación callejera del gol que Marcos Rojo convirtió con su rodilla derecha. Un desconocido africano hizo de arquero en un improvisado arco de dos sillas, mientras yo conectaba un rodillazo a una jarra ya vacía de caipiriña que hacía las veces de pelota. De tanto festejo me quedan una tremenda resaca y un dolor terrible en la rodilla.

Sin saber cómo había llegado, desperté en mi cama cucheta (mi fiel compañero me depositó allí). Pude abrir lentamente un ojo, luego el otro. Cuando logré enfocar la mirada vi a Kingsley y Patience Ogbeide sentados en el piso, ¡tomando mate! La sabia anciana nigeriana dice haber encontrado que la fuente del poderío argentino está en ese brebaje tan típico de nuestras tierras. Sostiene que nuestros jugadores lo beben para volverse invencibles, incluso sospecha que Messi pueda haberse caído de chico en una olla que contenía esta bebida, lo cual lo convirtió en el mejor jugador del mundo. A todo esto, Kingsley se mantiene a su lado, siempre callado, inexpresivo. Parece una estatua de cera de algún museo.

Me cuenta también que la AFA la contrato como médium oficial de la Selección Argentina y que nos acompañará por el resto de la copa. Su vínculo espiritual con la Hermana Rosa es considerado fundamental para el futuro de nuestra selección. Al respecto le consulto sobre cuál había sido el pronóstico dado por la célebre mentalista rosarina. Para mi sorpresa había acertado en todo. Patience, me confiesa, que no se animó a comentármelo porque le pareció una locura que un ignoto lateral derecho definiera el resultado del partido haciendo el gol golpeando el balón con su rodilla. Estaba en silencio, pensando, cuando sentí un estrépito. El piso tembló cuando Kingsley se puso de pie. Con un vozarrón que estremeció las paredes dijo en perfecto castellano rioplatense: “¡Qué hijo de puta, como juega ese pibe Rojo!”

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