viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº3681

Interés general | 22 jul 2016

Salud

Cuando el embarazo adolescente desnuda los déficits en políticas públicas

Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo revela altos índices de jóvenes gestantes en Argentina. Esta situación, que viene empeorando en la última década, es en realidad un síntoma de problemas estructurales y de deficiencias en el diseño y aplicación de programas gubernamentales destinados a las juventudes: salud sexual y reproductiva; terminalidad educativa; empleos de calidad, y acceso a la vivienda.


CAPITAL FEDERAL (ANDigital) Un informe elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) asegura que la Argentina tiene un desempeño “peor al esperado” en indicadores clave como embarazo adolescente, cantidad de jóvenes ‘ni-ni’ y fuerza laboral con educación terciaria, entre otros.

Según el documento, en el país, cada mil nacimientos, 54,4 corresponden a madres adolescentes (de entre 15 y 19 años). Para los países de desarrollo humano “muy alto”, entre los cuales el PNUD ubica a la encuentra Argentina, el promedio es casi 5 veces más bajo: 12,7. El embarazo adolescente es un problema creciente. El promedio de jóvenes menores de 20 años que se convierten en madres aumentó un 15,7 % en la última década.

“Estas cifras no son nuevas, sino que revelan una tendencia que se viene observando desde hace unos años”, afirma Gala Díaz Langou, directora del Programa de Protección Social del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC).

Y asegura: “mientras que en 2001 la tasa de fecundidad adolescente total era de 30,5 por cada mil mujeres entre 10 y 19 años, en 2011 esa cifra alcanzaba al 35,3”.

Según la especialista, en Argentina el 69 % de los embarazos adolescentes son no intencionales, o no buscados, mientras que el 31 % restante son embarazos intencionales. “En ambos escenarios, lo que existen son déficits de políticas públicas orientadas a las juventudes”, asegura Díaz Langou.

Entre las jóvenes con embarazos no intencionales, el principal déficit es el acceso a los derechos de salud reproductiva y sexual. “Existe un triple déficit de acceso: a la información, a métodos anticonceptivos y al aborto no punible”, prosigue la experta.

Parte de este problema es la concepción sanitarista de la educación sexual por parte del Estado, que concentra las campañas de prevención de embarazos no planificados y reparto gratuito de métodos de profilaxis y anticoncepción en los centros de salud.

“El problema es que por definición, la población joven es una población saludable, que no concurre a centros de salud. Así se pierde una oportunidad de llegar con información y recursos a los jóvenes”, explica la directora.

Sobre los embarazos intencionales o planificados, las razones se encuentran en las posibilidades que tienen los adolescentes de iniciar su transición a la vida adulta. “Se entiende que una persona entra a la adultez cuando se transitan estos hitos: cuando termina el secundario, obtiene el primer empleo, accede a una vivienda o tiene su primer hijo”, detalla.

La transición a la adultez se vincula con la obtención de una identidad a través de un proyecto de vida. En el contexto actual, según la especialista, los jóvenes de bajos recursos pueden acceder más fácilmente a un proyecto de vida a través de la maternidad y paternidad. Al respecto, Díaz Langoua da cuenta que “en estos casos, la decisión de ser madres (o padres) jóvenes parece deprenderse más bien de fracasos en otros ámbitos: en la familia de origen, en la escuela y en el trabajo”.

Estos tres ámbitos no son los ideales en la realidad argentina. Por un lado, las escuelas no logran retener a los jóvenes. “El 62 % de los jóvenes argentinos de entre 20 y 29 años no completaron su educación secundaria. Aquí aparecen como obstáculo relevante para la terminalidad algunos rasgos de la escuela secundaria, que no garantiza los saberes relevantes y está desconectada del mercado laboral”, indica.

Por otro, las jóvenes de los percentiles más bajos de ingresos transcurren parte de su vida adolescente en un rol de cuidadoras. “El 72 % de los jóvenes que no estudian ni trabajan – los mal llamados ‘ni-ni’- son en realidad mujeres que cumplen tareas de cuidado en el interior de sus hogares, cuidan a sus hijos, a sus hermanos, a sus abuelos, a sus parejas. Lavan, planchan, cocinan, barren, limpian, llevan al médico, a la escuela, educan. Todas tareas necesarias para que los otros miembros de sus hogares puedan vivir sus vidas”, enumera la directora del Programa de Protección Social del CIPPEC.

Así, se desprenden dos consecuencias casi naturales: sin haber terminado los estudios y con escasas herramientas, los empleos que consiguen – cuando consiguen, porque también son altas la tasa de desempleo en este rango etario y socioeconómico - son de baja calidad, lo cual incide también en la imposibilidad de acceder a una vivienda propia.

“De este modo, la maternidad joven es uno de los pocos ‘títulos’ o ‘status’ a los que se puede acceder fácilmente en el corto plazo. Ante la falta de oportunidades laborales de calidad para los jóvenes y ante un sistema educativo expulsivo, la maternidad se vuelve un proyecto de vida para las adolescentes”, sentencia. (ANDigital)

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