jueves 28 de marzo de 2024 - Edición Nº3659

Interés general | 23 may 2018

Salí de ahí, Maravilla

El flagelo de los grupos de WhatsApp

El de “mamis” del colegio ya no sólo sirve para informar sobre novedades escolares; mientras que el paralelo “Todos menos Fulano” obedece a que no nos gusta como es el excluido, no queremos que viaje con nosotros o no compartimos sus ideas. El siempre latente temor a desarmarlo o abandonarlo, pues el bullying sí existe.


Por la licenciada Sandra Ojman (*)
Especial para ANDigital


Si arrancás un curso; te reunís con tus excompañeros del colegio o tu hijo empezó judo, seguro has inaugurado tres nuevos grupos de WhatsApp esta semana. Estos se suman a unos cuántos más que ya tenés desde hace años, meses o días.

Y todo empezó siendo un facilitador, si estamos conectados y en línea, nada puede ser más fácil. Aquello que llevaba días o meses hacer circular como información mediante llamados, mensajes de textos o cadenas interminables de mails. Desde la llegada y popularización de los grupos de WhatsApp, esto mismo se logra en pocos minutos.

Pero entonces, como todo lo que parece brillar y lucir fantástico, empieza a mostrar su lado más oscuro. El grupo de padres del colegio ya no sólo sirve para informar sobre novedades o cuestiones vinculadas a los chicos, sino que es usado para vender seguros en un momento y para un debate pedagógico en el siguiente y destrozar a la profe al otro día.

Lo que fue un intercambio inicial de fotos antiguas con excompañeros, se pasó a ser un grupo con cadenas de mensajes, fotos subidas de tono y bromas pesadas, o simplemente la nada…. Y nadie se atreve a desarmarlo, o salirse del grupo.

Esta es la historia mientras estamos dentro de los grupos, porque otra historia es estar afuera. El bullying de WhastsApp existe. Cuando dejamos afuera a alguien armando un nuevo grupo (subgrupo del original). Algo así como “Todos menos Fulano”. Porque no nos gusta como es, no queremos que viaje con nosotros, no compartimos sus ideas, no nos cae bien, es el nuevo, no tiene onda, etcétera.

Podría decir sin equivocarme que somos integrantes de muchos grupos y en mayor o menor medida excluidos de otros tantos, sin saberlo muchas veces, intuyéndolo otras.

¿Puede considerarse esto bullying? Seguro lo es. Sin lugar a dudas funciona agresivamente para quien no está incorporado o ha sido deliberadamente excluido. Es mayor su impacto cuando el grupo es eminentemente social.

¿Pero dónde está escrito el código de relaciones interpersonales de WhatsApp? ¿Hay un protocolo? Generalmente extendemos conductas aprendidas en el mundo offline, parte de la comunicación escrita tradicional o de correos electrónicos, parte de la comunicación verbal.

Estas partes no hacen un todo. Resulta claro en los grandes grupos cuando la participación es muy alta o se buscan consensos y no sólo pasar información. Se tornan inmanejables, los tiempos de los integrantes son muy distintos, las intensidades de participación también, y aparece la agresión.

Cuando dos o más personas empiezan a discutir en los grupos, lo hacen sin tomar en cuenta ninguna de las normas sociales aprendidas. Ya sea la privacidad, moderar el tono, la empatía con la situación, o a quienes afecta lo que estoy diciendo (escribiendo). Quizás esta sea la gran pregunta: ¿En WhatsApp hablo o escribo? Y no me refiero a los mensajes de voz, sino al cómo de la comunicación.

En WhatsApp “escrablo”, esta mezcla de escritura hablada.

Usamos la mayúscula para GRITAR, los emoticones para dar entonación o transmitir estados de ánimo, nos creamos un nuevo modo de lenguaje que camina en un límite muy finito entre la expresión escrita, la oral y las emociones sintetizadas. Como todas las creaciones sociales que no responden a un único patrón y son nuevas no sabemos cómo usarlas, su alcance y su definitiva interpretación. La mayoría de nosotros, en algún momento dudó, en otro sentimos que nos equivocamos o no sabemos cómo actuar.

Escribimos y hablamos desde el sentido que le damos a nuestras emociones, pero nuestro interlocutor no necesariamente recibe lo mismo, porque lo “escucha” desde su propio patrón de comprensión de las emociones y sentimientos.

A medida que pasa el tiempo se acuerdan cuestiones estructurales de comportamiento como usos y costumbres, pero el sentido, lo subjetivo de la comunicación no siempre se resuelve.

Por ejemplo, si vos no llamarías a esa persona a las 5 AM, ¿por qué le envías un WhatsaApp a esa hora? ¿Eso se considera válido o es invasivo e inadecuado?

Comportamientos o conductas que no terminamos por comprender. Si salgo de un grupo porque no me interesa me van a destrozar. Si no miro cada rato el celular después me encuentro perdida en la comunicación y en los nuevos diálogos. Si contesto todo el tiempo, parece que estoy sin nada más importante que hacer. Si clavo un visto, soy una maleducada.

Es una nueva manera de aprender a manejarse en una sociedad donde la distancia social de 0,50 centímetros entre un individuo y otro, parece ser de otro tiempo. Donde escuchar antes de hablar no existe y menos aún levantar la mano o pedir permiso cuando somos muchos los que queremos participar. Estoy en un grupo, pero en la soledad de mi casa, de mi trabajo o de mi día. En esa situación individual en que se responde o se conversa, todo vale. Grito, insulto, pelea, descontento, alegría, festejo y emoción. No hay reglas, no hay consenso sobre qué, cómo y cuándo.

Nos olvidemos en el fragor de la respuesta, de la comunicación, que somos nosotros, con nuestras ideas, valores, creencias, afectos los que nos estamos mostrando y exponiendo.

Le damos a los grupos una identidad o entidad que no tienen. No salvan al planeta, no son ateneos científicos, no resuelven el programa pedagógico del colegio, ni son una reunión de consorcio en vivo y HD. Arreglan el regalo de la compañera de la oficina, fijan un horario para ir al cumple de Menganito, resuelven si llevan vianda a la excursión, avisan que el profe de judo no va ir a la clase. Comparten millones de fotos por minuto. Experiencias, estados de ánimo. 

No escribamos o digamos o “escrablemos” nada desde el anonimato de las redes que no podamos sostener cara a cara.

 

(*) Psicóloga - fundadora de Consulta Online

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