sábado 20 de abril de 2024 - Edición Nº3682

Interés general | 27 mar 2020

Vaticano

Sin precedentes: Ante una Plaza San Pedro desierta, el Papa recordó que “nadie se salva solo”

“La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”, reflexionó Francisco en plena pandemia.


ITALIA (ANDigital) El Papa Francisco aseguró este viernes que “nadie se salva solo” de la crisis mundial generada por el avance de la pandemia de coronavirus, durante un histórico rezo que encabezó ante una desolada Plaza San Pedro.

“Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados”, reflexionó Jorge Bergoglio y sostuvo que “desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido”.

Desde el atrio central de la Basílica de San Pedro, de frente a una plaza usualmente colmada por decenas de miles de fieles y hoy vacía por las medidas de seguridad adoptadas por el Vaticano durante la pandemia, el Pontífice expresó: “densas tinieblas han cubierto nuestras calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas”.

Durante la oración, transmitida por streaming a todo el mundo, el líder de la Iglesia Católica reconoció que “nos encontramos asustados y perdidos; nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa”.

“La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”, añadió el Papa.

Además, expuso que la pandemia “nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad”.

“La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas salvadoras, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad”, lamentó el Papa, que además concedió la indulgencia plenaria a los millones defieles que siguieron la transmisión en todo el planeta.

Con tono crítico, aseveró durante su mensaje que “con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa bendita pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.

“Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa”, reprochó Francisco en la homilía, tras la que impartió la bendición Urbi et Orbi, reservada usualmente para Navidad, Año Nuevo y Pascuas, a las casi un millón de personas que siguieron el rezo online.

En otro fragmento de su alocución, recalcó: “no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”.

“Nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes, corrientemente olvidadas, que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia”, prosiguió.

Y en ese grupo, incluyó a “médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo”. (ANDigital)

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