La triple corona amarilla: concentración de poder y primeros desafíos

Las urnas ya hablaron, el voto popular decretó una vez más quién gobernará los destinos de la Argentina por los próximos cuatro años. Una de las campañas más largas de los últimos tiempos ha concluido y el veredicto es que Mauricio Macri será presidente de los argentinos. El PRO hizo historia, ganó el primer ballotage disputado en la historia política democrática, y además gobernará los tres estados más importantes del país rompiendo el bipartidismo del Partido Justicialista (PJ) y la UCR con un partido vecinal: Nación, Provincia de Buenos Aires y Capital Federal. Surgieron datos erróneos por estas horas, el PRO o Cambiemos no hizo historia con el 51,40 por ciento de los votos que consiguió sobre el 48,60 de Daniel Scioli en un triunfo muy ajustado (2,8 por ciento de diferencia). El jefe de campaña de Macri, Marcos Peña, dijo: “13 millones de argentinos eligieron a Mauricio Macri. Es la fórmula más votada desde 1983 a la fecha”. Sin embargo, la realidad indica que esos 12.903.301 que computó el escrutinio provisorio no son votos propios, sino más bien votos prestados, ya que la segunda vuelta se trata de una elección de dos candidatos -el primero y el segundo- que quedaron de la elección general. El ballotage es una opción y no concretamente una elección, es uno u otro candidato o en todo caso el voto blanco y también está el nulo. Un dato final, esa diferencia de 7.044.860 votos que tuvo sobre Scioli (12.903.301 a 12.198.44) en realidad es tan sólo en la “diferencia real” de casi 350 mil votos, ya que en un balotaje cada voto vale doble. Verdades y mentiras.

Este primer panorama presenta varios desafíos para el electo presidente. En primer lugar un escenario polarizado donde 12.903.301de personas le dijeron que “sí” a la opción como presidente, pero están 12.198.44 personas que le dijeron “no” a su opción como presidente. Esta partición es el primer obstáculo que tiene que superar y no generar esas marcadas diferencias que hubo en el ballotage. Es cierto, la mitad de la sociedad manifestó sus claras intenciones de querer un cambio en la administración central, pero la otra mitad optó por la continuidad. Esta casi paridad de modelos de pensamientos de la ciudadanía, tendrá que ser vital en la forma de gobernar de Macri y que sus propuestas de “unir a los argentinos” sean verdaderas y efectivas para dejar de lado cualquier intento de revanchismo. Así como aplicará cambios radicales en varias medidas de gobierno que serán apoyadas por una mitad, tendrá que cuidar de no eliminar esas conquistas que la otra mitad defendió con su voto. El equilibrio como desafío.

La triple corona que logró Cambiemos y el tener bajo su color político a 65 intendencias bonaerenses, trae consigo una curiosa concentración de poder en el escenario político nacional que no sucedía hace 23 años. La última vez que un mismo espacio gobernó Nación, Provincia y Ciudad fue en 1989 cuando Carlos Menem era elegido presidente, Antonio Cafiero gobernaba la Provincia y Carlos Grosso era intendente de la Capital Federal, porque aún no había sido reformada la Constitución porteña que años después le dio su autonomía. Esa suma de poder implica la administración de cerca del 78% de los impuestos del país y el manejo del 80% del gasto público total de la Argentina.

Además, el gobierno amarrillo en estos tres espacios controlará el 90 por ciento de la pauta publicitaria del país. Así mismo, según datos consultados, cerca 60 por ciento de los empleados del Poder Judicial, incluidos los jueces, quedarán bajo la jurisdicción de los gobiernos Nacional, de la Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires. Y como dato final, Macri y Cambiemos controlarán gran parte de los servicios de seguridad: los servicios de inteligencia, las tres Fuerzas Armadas, Gendarmería, Prefectura Naval, Policía Aeronáutica, Policía Federal, Provincial y Metropolitana. Una concentración de poder económico y político gigantesco.

Por otro lado, desde un punto de vista positivo (si es que vale la palabra), esta comunión entre los tres estados puede derivar en objetivos comunes y en un plan de políticas conjuntas que ya anunciaron desde el entorno del PRO a nivel de superestructura. Los viejos conflictos entre Nación y Ciudad o Ciudad y Provincia, o hasta Provincia y Nación, bajo la promesa de cambio que prometió Macri tendrían que ser parte de un pasado y permitir que las viejas deudas y obstáculos que se presentaron a la hora de superar conflictos sean parte de un pasado. Macri ya anunció que plasmará el traspaso de la Policía Federal al Gobierno Porteño, entre otras cosas. Según trascendió, para la administración bonaerense, María Eugenia Vidal ya acordó con el presidente electo que le dará más de 30 mil millones de pesos en concepto de devolución de coparticipación federal que la Nación no le paga a la provincia de Buenos Aires. Serían fondos específicos que serán otorgados en forma directa y, según informaron, en el primer año de la gobernadora implicará un desembolso de 13 mil millones de pesos a la Provincia. La triple corona implica que las excusas ya no están, que ese otro opositor (interno o externo) o rival de otro espacio político no está, todos son de Cambiemos. El tridente de gobierno.

Otro desafío que tienen Macri y Vidal son las composiciones del Congreso Nacional y la Legislatura bonaerense a partir del 10 de diciembre. El Presidente electo tendrá que buscar consenso y diálogo en el parlamento nacional. En Diputados el kirchnerismo sigue siendo la primera minoría con 133 bancas con aliados incluidos, Cambiemos suma 88, Frente UNA 31, Progresistas 7, Compromiso Federal 4, Frente de Izquierda 4 y completan 10 bancadas entre bloques provinciales y demás. En el Senado, el FpV se hace más fuerte, con sus 38 senadores más 4 aliados tiene capacidad para generar el quórum propio, Cambiemos cuenta 15 bancadas, el Peronismo Disidente tendrá 9, Progresistas 3 y entre distintos bloques provinciales los otros 3 que quedan. En el Parlamento bonaerense, Vidal tiene un escenario similar, en el Senado hay una cierta paridad entre Cambiemos y el FpV (16 bancas para cada espacio político), 9 para el Frente Renovador y cinco monobloques. Sin embargo, la bancada que responde a Vidal está lejos de lograr los dos tercios que se requieren para votar leyes clave. En Diputados el panorama es más complejo, ya que la mandataria electa tendrá 27 diputados propio, frente a 36 del FPV y 22 del Frente Renovador. Las otras siete bancas se reparten entre progresistas y peronistas disidentes, con monobloques. En la Cámara Baja habrá dominio del bloque kirchnerista que se posicionará como la primera minoría. La adversidad en los parlamentos.

Se terminan 12 años de gobierno kirchnerista, una etapa que se cierra. Se viene la Ola Amarrilla y contra todo pronóstico esa ola se desplegó como una marea que tiñó de color amarrillo Nación, Provincia y Ciudad, nada más ni nada menos. Macri y Vidal ya tienen sus primeros desafíos de gobierno, con ventajas y desventajas, pero no hay lugar para las excusas, porque más allá de la composición de los parlamentos nacional y provincial, la suma del poder Ejecutivo es inmensa. También está el desafió de mostrar sus cartas de Gobierno y dejar los slogans de campaña de lado, las consignas new age y empezar a hacer política, que es lo que se necesita para gobernar. Por otro lado, está en demostrar no haberle escondido al votante sus verdaderos proyectos de gobierno y que la sombra de los neoliberales no se transforme en realidad. Se viene no sólo un cambio de gobierno, un cambio de color político, un cambio de estilo, sino también un cambio en la concepción que se tiene del Estado y sus funciones, del mercado y sus funciones. La hora amarrilla ha llegado.-