viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº3681

Interés general | 5 mar 2021

Análisis

El Papa y su diálogo con los musulmanes

Francisco llega a Irak con la mirada especialmente puesta en la minoría cristiana que vive en el país y sufriera la persecución del Estado Islámico y el Levante.


Por Said Chaya (*)

El Papa Francisco comienza su sexto viaje al Medio Oriente y Norte de África, todo un signo no sólo para las poblaciones cristianas de la zona -en franca retirada-, sino también para los musulmanes que habitan esa región.

En 2014 Francisco ya había dado muestras de acercamiento a los musulmanes tras rezar junto al gran mufti de Estambul, Rahmi Yaran, en la Mezquita Azul; durante un viaje a esa ciudad. En 2016 conoció en Roma al gran imán Ahmad Al-Tayyeb, rector de la Universidad de Al-Azhar, la institución de enseñanza religiosa más importante para los musulmanes sunitas.

La Universidad había suspendido su diálogo con la Santa Sede en 2011. La reunión implicó un relanzamiento de la relación. Francisco y Al-Tayyeb comenzaron una amistad que los llevó a redactar y firmar un documento conjunto, la Declaración por la Fraternidad Humana, durante un viaje a Abu Dabi en 2019, el primero de un pontífice a la península Arábiga.

Ambos volvieron a encontrarse en otras dos ocasiones ese año, después de la visita de Francisco a Marruecos. Incluso en Fratelli Tutti, su encíclica presentada en 2020, el Santo Padre rescató el rol de Al-Tayyeb en la inspiración de la misma.

Francisco llega a Irak con la mirada especialmente puesta en la minoría cristiana que vive en el país y sufrió la persecución del Estado Islámico de Irak y el Levante, pero también atenderá su agenda con los musulmanes. En Najaf se reunirá durante una hora con el ayatolá Ali Al-Sistani, el clérigo chiíta de mayor rango en el país, símbolo de moderación y unidad y con vuelo suficiente para marcar cierta independencia con respecto Teherán.

Los chiítas son el 60 % de la población total de Irak y Al-Sistani es una figura de enorme prestigio e influencia. El gesto no es menor en un año electoral, donde los iraquíes tienen previsto acudir a las urnas para los comicios legislativos en octubre.

Al-Sistani mantiene un buen vínculo con la comunidad chiíta libanesa, por lo que la reunión puede derivar en frutos positivos para aquel país. Hace poco menos de un mes, en diálogo con el cuerpo diplomático, el papa pidió a la comunidad internacional que no se olvide del Líbano.

En línea con esta propuesta, el cardenal libanés Bechara Al-Rai propuso una conferencia internacional que ayude a su país a salir de la crisis político-económica. El partido Hezbolá, vinculado a Irán, rechazó las declaraciones del purpurado y las consideró “extranjerizantes” y “promotoras de la injerencia foránea en los asuntos domésticos del país”. Ello derivó en marchas de respaldo al cardenal con la concurrencia de unas veinte mil personas el domingo pasado.

En este contexto, la foto del papa con Al-Sistani podría bajar las tensiones entre la Iglesia libanesa y el Hezbolá, cuyos votantes son, en su enorme mayoría, libaneses pertenecientes a la comunidad chiíta.

(*) Politólogo, analista internacional y profesor de la Universidad Austral.-

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