viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº3681

Política | 15 jun 2020

Análisis

El tren perdido de la integración continental

Sobre el “riesgo de ser Venezuela”. El ALCA y el eje Chávez-Lula-Kirchner.


Por Jorge Asís (*)

Por la versatilidad para el desconocimiento, Venezuela es ingratamente presentada como un instrumento para el susto social.

Destino indeseable. Castigo para las sociedades desviadas.

Pero de Venezuela debe espantar el epílogo de la confluencia de las tres personalidades trascendentes.

Hugo Chávez, el venezolano locuaz que inspiró la Revolución Bolivariana.

Luiz Inácio Lula da Silva, el brasileño insistente, líder del Partido del Trabajo.

Néstor Kirchner, el argentino, peronista cultural y patagónico.

El eje Caracas, Brasilia, Buenos Aires mantuvo su vigencia durante la primera década del siglo.

Derivó en un desperdicio perdonable.

En un sentido relativamente histórico los tres representaban a la izquierda post marxista.

Con anclaje en fenómenos populares denominados -para bajarles el precio- populistas.

El engendro ideológico fascinaba a los ensayistas con deseos ostensibles de interpretarlos. Para adueñarse conceptualmente.

Como si ellos actuaran según los preceptos de Ernesto Laclau, o de la señora Chantal Mouffe.

Intelectuales que entendieron a Chávez veinte años después que Norberto Ceresole lo diseñara artesanalmente.

Un sociólogo argentino -Ceresole- dedicado a buscar caudillos que llevaran a la práctica sus ideas.

Lo intentó en Perú, en la Argentina con los carapintadas. Lo encontró en Caracas.

Pero Chávez optó después por el modelo castrista y Ceresole quedó afuera.

Probó luego, sin suerte, en Irán. Murió en un sanatorio de La Matanza. Se diluyó en el olvido.

Chávez, Lula y Kirchner se asociaron para desmantelar el Área de Libre Comercio de las Américas. El ALCA.

El proyecto de integración continental, desde Alaska a Tierra del Fuego. 34 países. Un mercado de 850 millones de personas.

Lo impulsaba Estados Unidos, con afán obvio de hegemonía, desde 1994. Presidía Bill Clinton (Cumbre de Miami).

De cuando los gobiernos eran de sesgo “neoliberal” (estampilla de la izquierda).

Otro lugar común aludía al condenable Consenso de Washington.

Escenario de pugna ideológica entre degradados.

Populistas y neoliberales unificados por el fracaso. Destino común.

Papá Chávez Noel

La gran proeza del eje, registrada como éxito, derivó en la oportunidad perdida.

Cumbre de las Américas, Mar del Plata, noviembre de 2005.

Otro presidente, George Bush junior, estaba a “punto caramelo” para negociar. Lo necesitaba.

Pero fue desairado en una ceremonia aún evocada como heroica.

Remite al momento extravagante de la diplomacia argentina.

Cuando se habilitó, en simultáneo, a la Contracumbre (paralela) de Los Pueblos.

Financiada con 700 mil dólares aportados por Venezuela, y trasladados por dos patriotas.

Lapso breve de la euforia. La billetera petrolífera de Chávez brindaba innumerables muestras de generosidad.

Superaba la filantropía tontamente interesada de la extinta Unión Soviética (en especial para Cuba, la “abuelita de la revolución”).

Chávez era el Papá Noel para infinitos “buscapinas” del subcontinente.

Celebraban las baladronadas interinables (que fastidiaban a Kirchner, pero que La Doctora atendía religiosamente).

En discursos “encendidos de esperanzas” que transmitían el supuesto “sueño de Bolívar” (a veces se agregaba a San Martín).

Para consumo frenético de los teóricos progresistas, ante el flamante paisaje revolucionario de la renovada América Latina.

Biología

Importan, más que las malas ideas, los hombres.

El ciclo 2005-2013 mantuvo la plenitud de la biología.

El eje se opacó hasta la debilidad con la muerte de Kirchner, octubre de 2010. Presidía La Doctora.

El “doctorismo” se imponía como continuidad del kirchnerismo, pero sin la pasión recaudatoria.

Dos meses después expiraba el mandato de Lula. Para ser sucedido por la señora Dilma Rousseff.

Mientras tanto, paulatinamente el odioso “neoliberalismo” mostraba signos de recuperación.

El final de Chávez fue precedido por una penosa agonía. Coincide también con la extinción del chavismo. 2013.

Quedó, como herencia, la caricatura bolivariana de Nicolás Maduro.

La tragedia del estado fallido desplazaba al “encendido de las esperanzas”.

En adelante, Maduro supo mantenerse. Explotar la fabulosa impericia de la diplomacia de Estados Unidos. Incapacitada hasta para la conspiración.

Supo explotar, con acierto, las contradicciones y vulnerabilidades de la oposición fragmentada. Signada por el oportunismo y la codicia. La perseguía y encerraba.

Sostenido por dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Evitaban cualquier aventura invasora.

Rusia, primero (se le deben 17 mil millones de dólares).

China y la prepotencia geopolítica (tiene invertidos 63 mil millones).

Cuenta además con la simpatía menos presentable de Nicaragua y Cuba, dos estados sobrevivientes. Con la docilidad de Turquía.

Suficiente esquema protector para amortiguar el afán sucesorio del intrépido Juan Guaidó.

Presidente Encargado, que llama a la resistencia desde hace 18 meses.

Pese al apoyo de Estados Unidos y la OEA, y al reconocimiento tácito de los países enlazados, Guaidó es, para Maduro, una invención inofensiva.

Menos irritante que cualquier chavista oculto. De los tantos que secretamente lo desprecian. Y que aguardan para enfrentarlo.

En Venezuela se extinguió el chavismo, cierto. Pero se reproducen los chavistas.

Impunidad

La distancia otorga la impunidad para la reflexión.

Corresponde juzgar la coincidencia irrepetible de los tres grandes líderes que se equivocaron estratégicamente. Pero con énfasis.

Por prejuicios ideológicos, perdieron el último tren de la integración continental.

Justamente por aquello que la historia, vista desde la liviandad de la izquierda, registra como mérito.

Haber sepultado, en Mar del Plata, el Área de Libre Comercio de las Américas (desde Alaska hasta Tierra del Fuego).

Juntos, los tres, de la mano y con el sello del Mercosur, contaban con una fuerza superior, incontenible, para negociar.

Cláusulas y principios convenientes para sus economías.

Ante “el imperio” que estaba -si no rendido- por lo menos predispuesto.

Pero los tres estadistas prefirieron desairar al poderoso.

La algarabía fácil de la tribuna adicta aplaudía feliz el error.

“ALCA, ALCA, al carajo”, gritaba Chávez, junto al Evo y el astro Diego Maradona, ante la multitud enardecida.

Pero lo que se iba al sitio semejante, con el último tren, era la región.

La América Latina se quedaba en la estación abandonada.

Sin siquiera “esperanzas encendidas”. Sin nada, un c…

 

(*) Periodista y escritor
Publicado en JorgeAsisDigital.-

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